Quien conoce a Esther Sardans sabe que es de esas personas que inundan el espacio con su presencia. Pienso que no ha tenido en su vida la posibilidad de esconderse, de pasar desapercibida. Esto es un don, pero también un riesgo, una exposición constante al entorno, una interacción intensa con las emociones humanas. Quizás eso ha influido en el desarrollo de su habilidad, de su sabiduría - más allá de métodos y técnicas - sobre el poder comunicativo y cómo ponerlo al servicio de nuestros objetivos personales y profesionales.
Esther irrumpe en la sala por nuestra espalda, recorre el pasillo que entre los dos bloques de sillas donde estamos todas sentadas y expectantes. Lo hace escenificando y caricaturizando el comportamiento exagerado de culpabilidad y desorden de alguien que llega tarde a una cita.
Nos reímos porque todas hemos actuado así alguna vez, pero el mensaje es contundente: no perdáis la serenidad, no perdáis vuestro centro. Ante una situación así, os disculpáis y retomáis, o iniciáis la conversación. Sin más. Todo lo demás es auto-sabotaje, inseguridad, inconsciencia; y si esa es nuestra carta de presentación difícilmente vamos a poder poner nuestra entidad, nuestra autoridad al servicio de aquello que nos interesa obtener de la cita.
Esther, quien viene del mundo del periodismo, aplica su experiencia, profesional y vital al desarrollo de habilidades de comunicación - verbal, corporal, gestual, espacial…. Todo ello con el objetivo de empoderar al alumno para ser, en este caso, nuestra mejor versión, y poder de esta manera disfrutar al máximo de las relaciones, de la conexión con los otros, del crecimiento mutuo.
¿Todo ello sin trabajar la voz? ¿sólo con el cuerpo?
En general somos conscientes de la importancia de los primeros minutos, incluso de los primeros segundos en la imagen que nuestro interlocutor se forma de nosotros. Pero lo que es más interesante, nos explica Esther, es que entre el 60-80% de ese impacto inicial proviene del lenguaje no verbal; la mirada, las expresiones de la cara, la sonrisa, la postura, el contacto personal, las distancias zonales, el movimiento del cuerpo...
Durante el taller profundizamos en cómo percibimos cada uno de nosotros esos mensajes no verbales, sutiles y a la vez determinantes. Mediante una dinámica colectiva exploramos nuestra forma de gestionar y emitir la información:
Visuales. Personas con alto nivel de energía, inquietas, observadores. Capaces de captar pequeños detalles.
Auditivas. Prefieren que les expliquen las cosas a leerlas. Siguen con facilidad las conversaciones. Personas relajadas, comunicativas, buenos conversadores.
Sinestésicas. Les gusta el deporte, el aire libre, la cocina... prefieren experimentar, conectan con el mundo de las sensaciones y las emociones.
A partir de este auto-conocimiento podemos definir estrategias comunicativas que van desde cómo encajar las manos, cómo dominar el lenguaje no verbal en una entrevista de trabajo, cómo y dónde sentarnos en una reunión, a cómo comportarnos en un encuentro informal de networking.
En la sala un debate interesante sobre si las mujeres nos sentimos cómodas dando o aceptando los dos besos de rigor, en lugar del apretón de manos. Por supuesto depende mucho del contexto y de la relación que nos une a quien saludamos, pero al menos en el grupo de asistentas hubo unanimidad: preferimos las manos - más neutralidad, más igualdad, más profesionalidad. Sin embargo, no siempre fácil lograr esto sin parecer arisca o maleducada.
La encajada de manos en sí también es un arte. Sólo con un movimiento podemos saber si la relación será de dominio, de sumisión o de igualdad.
Dominio: Se transmite posicionando nuestra mano por encima, con la palma mirando hacia abajo.
Sumisión: Palma hacia arriba. Es un gesto efectivo si queremos dar el control a la otra persona o hacer que sienta que tiene el dominio de la situación .
Igualdad: Buscamos la armonía cuando la palma de la mano crea una vertical con la de nuestro interlocutor.
Más allá de gestos sociales concretos, durante el taller vamos entendiendo la relevancia y el impacto de nuestro cuerpo sobre nuestra mente y sobre la de quien nos observa. Hemos entendido que somos lo que comunicamos y que comunicamos lo que somos. Somos nuestro propio mensaje.
Tenemos por delante el reto de descubrir cuál es el nuestro poder comunicativo y entrenarlo de forma consciente. La Comunicación es una de las herramientas más potentes para aprender a ser nosotros, a transformarnos en la mejor versión de nosotros mismos.
Gracias Esther.